Actualmente Corea del Sur constituye uno de los mayores mercados de productos de belleza, hasta el punto de popularizarse mundialmente la conocida “rutina facial coreana”. En la entrada de hoy te explicaremos cómo era esta “rutina” en tiempos de la Dinastía Joseon.
미인도 (lit. Retrato de belleza) (Kim Hong-do, s. XVIII) |
El primer paso de la rutina consistía en una buena limpieza facial. Durante la época Joseon (1392 - 1897), el “limpiador” más común se denominaba jodu (조두) y estaba hecho de legumbres molidas. Normalmente se utilizaba mungo (también conocida como soja verde), azuki o soja, las cuales se aplastaban en una piedra de molino hasta conseguir que adquirieran una textura de polvo. Después se mezclaba con agua y se aplicaba directamente en el rostro para eliminar las pieles muertas y conseguir una piel más suave y luminosa. También se decía que el jodu tenía un efecto revitalizador, ya que ayudaba a la circulación sanguínea. Con el tiempo y debido al olor un tanto agrio del jodu, se creó una versión perfumada, la cual acabó convirtiéndose en un producto de lujo para las mujeres de la corte.
La opción más popular para las mujeres de clases más bajas era el uso de cereales como el arroz o el trigo, los cuales envolvían en una tela para frotarla sobre la piel, además del agua de arroz.
Después de limpiar la piel, era común utilizar algún tiempo de loción para suavizar e hidratar la piel, lo que sería hoy en día un tónico. En la Dinastía Joseon, miansu (미안수) era la loción más habitual, hecha a través del jugo de verduras con un alto contenido de agua, como por ejemplo pepinos o tomates. También se solía añadir un poco de miel para conseguir una textura más espesa u hojas de menta en caso de querer un aroma más fresco y fuerte.
Recipiente para guardar 면약 |
Otro paso que se seguía en esta rutina de cuidado de la piel era la aplicación del myeonyak (면약). Parecida a una crema hidratante, se solía utilizar especialmente en invierno, para nutrir la piel y evitar que se agrietara. Su elaboración consistía en romper tres huevos, añadir un poco de licor, sellar la mezcla lo más herméticamente posible y dejarla reposar alrededor de un mes. Otras maneras de cuidar la piel consistían en aplicar productos como la miel o plantas como la artemisa (que contienen propiedades antioxidantes) durante un cierto periodo de tiempo y después retirarlos. Algo muy parecido a las mascarillas faciales de hoy en día.
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